domingo, 6 de marzo de 2011

Celebremos la vida

Domingo por la tarde. Mi hijo mayor se puso la camiseta de Banfield y se fue a la cancha por primera vez con su tío. Juegan Banfield-Lanús. Se fue lleno de ilusión. Yo estoy en casa con mis otros hijos.
Está nublado. Llueve pero hay  un amague de claridad.
Recibo un llamado que me alegra la tarde primero y luego me borra la sonrisa de un plumón. Un pibe querido, muy querido por mí que conocí hace muchos años en el hospital que fue también mi casa. El había estado enfermo y se había curado. Y la última vez que lo vi estaba gigante, con su novia de entonces (luego habrán venido muchas, porque se puso super guapo).Tomamos mate, conversamos sobre sus proyectos, su futuro. Hoy, por teléfono ,me dijo que la vida lo había vuelto a golpear. Que la vida lo había vuelto a golpear, que la vida lo había vuelto a golpear. Resuenan sus palabras, resuena su voz.
Siento muchas cosas, que galopan en este momento en mí. La charla terminó hace pocos minutos. Lo primero que pienso es que no es justo. Luego pienso que es un tipo fuerte y va a poder darle batalla. Otra vez, darle batalla. Sí, entiendo: otra vez! Pienso en cómo ayudarlo hoy. Me dijo que él ya sabe como es y entonces eso le permite anticiparse. Pienso que eso es bueno. Pero qué injusto. Luego vuelvo a sentir lo que sentía entonces: que a la vida hay que vivirla todos los días.
Mi abuela me dijo un día que cada día de la vida era toda la vida. Ella me lo decía por sus ochenta y tantos de entonces (hoy tiene noventa).Pero yo creo que esa reflexión vale para todas las edades. Para mi querido Alejo, y para cada uno.
Está nublado. Llueve pero hay un amague de claridad.

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Un lugar en el mundo muy hermoso (el lugar, no el mundo)

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