Es inevitable que en estos días la nostalgia me habite y se apodere de mí. Sé que debo poder con ella, transitarla, pero no dejarla a vivir. No me resulta buena compañera.
Hoy me encontré con una amiga entrañable. Nos sentamos en un bar coqueto que apenas recuerdo. No reparé en él. Tomamos un licuado de fruta y jengibre. Charlamos. Hacía algún tiempo que no nos juntábamos aunque la vida nos tenga ya para siempre juntas. Y me doy cuenta cuánto cuesta a veces decirse. Y entonces se cambia de tema. Porque contarse es difícil. Supone una vuelta hacia adentro que no siempre resulta sencilla, o tal vez sea que cambiar de tema de vez en cuando, haga bien. En este caso, es probable.
Me detuve fugaz a mirarla. Noté cuánto nos había pasado el tiempo. Hablamos de los futuros ingresos de nuestros hijos al colegio secundario, y hace un rato nosotras nos contábamos lo secretos adolescentes, y un poco antes jugábamos con peluches inventando historias.
De pronto nos vi-nos veo aún- grandes.
La vi y me vi en ella. Con marcas en el rostro y en la vida.
Salimos caminando y
el sol nos daba en la cara.
Me parece que transitamos carriles paralelos de nostalgia, pero después de biutiful convengamos en que la vida a nosotras nos besa en la boca.
ResponderEliminarBueno, tal vez no tanto como quisieramos.
Abrazo
Eslabon y pedernal
ResponderEliminarClaro que a nosotras la vida nos besa y nos tiende la alfombra roja.Supongo que nunca es tanto como quisiéramos.Aunque cada tanto debiera alcanzar.
Otro abrazo para vos.