martes, 29 de marzo de 2011

MATAR A UN NIÑO (STIG DAGERMAN,25-10-1923- 4-11-1954)Suecia

Hace un día suave/un buen día y el sol cae oblícuamente sobre los campos. Pronto repicarán las campanas, porque es domingo. Entre dos
 sembrados de centeno, dos jóvenes/muchachos han encontrado una senda por la que no han ido/pasado nunca y en los tres pueblos de la llanura relucen los cristales de las ventanas. Los hombres se afeitan delante de espejos en la mesa de la cocina y las mujeres cortan canturreando panecillos /bizcocho para el café y los niños sentados en el suelo se abrochan los corpiños. Es la mañana feliz de un día malo/infame, porque este día un hombre feliz va a matar a un niño en el tercer pueblo. Todavía está el niño sentado en el suelo abrochándose el corpiño y el hombre que está afeitándose dice que un día va dar una vuelta remando río abajo y la mujer canturrea y pone los panecillos/el bizcocho recién cortados en una fuente azul.

  No pasa/hay ninguna sombra sobre la cocina y, sin embargo, el hombre que va a matar al niño está junto a una gasolinera roja/un surtidor de gasolina rojo en el primer pueblo. Es un hombre feliz que mira dentro/a través de una cámara y ve en el cristal un pequeño coche azul y junto al coche una chica joven riéndose. Mientras la chica se ríe y el hombre hace la hermosa fotografía, el vendedor de gasolina cierra/ enrosca  la tapa del depósito y dice que van a tener un buen día. La chica se sienta en el coche y el hombre que va a matar a un niño saca la cartera del bolsillo y dice que van a ir al mar y que cuando estén en el mar van a pedir prestada una barca y van a remar hasta muy adentro. A través de las ventanillas bajadas la chica del asiento de delante oye lo que él dice, cierra los ojos y cuando cierra los ojos ve el mar y al hombre a su lado en el barco. No es en absoluto un hombre malvado/ malo, está contento y feliz y antes de montarse en el coche se queda un instante delante del radiador que centellea al sol y disfruta/goza del brillo y del olor/aroma a gasolina y a cerezo aliso. No cae sombra alguna sobre el coche y el brillante parachoques no tiene la menor abolladura y tampoco está rojo de sangre.
  Pero al mismo tiempo que el hombre del primer pueblo cierra la portezuela de la izquierda del coche y lo pone en marcha la mujer del tercer pueblo abre el armario de la cocina y no encuentra azúcar. El niño que se ha abrochado el corpiño y se ha atado los zapatos está de rodillas en el escaño mirando el río que serpentea entre los alisos y la barca negra varada sobre la hierba. El hombre que va a perder a su hijo ha acabado de afeitarse y está justamente plegando el espejo. En la mesa están las tazas, los panecillos/el bizcocho, la nata y las moscas. Lo único que falta es el azúcar y la madre le dice a su hijo que vaya corriendo a casa de los Larsson a pedirles unos terrones. Y mientras el niño abre la puerta el hombre le grita que se dé prisa porque la barca está esperando en la orilla y van a remar más lejos que nunca/de lo que nunca han remado. Cuando el niño luego corre por el jardín va pensando todo el tiempo en el río y en la barca y en los peces que tropiezan y nadie le susurra/dice en voz baja que sólo le quedan ocho minutos de vida y que la barca se quedará donde está todo ese día y muchos otros días.
  La casa de los Larsson no está lejos, sólo hay que cruzar la calle/ carretera y mientras el niño cruza la carretera el pequeño coche azul entra en el segundo pueblo. Es  un pueblo pequeño con pequeñas casa rojas y gentes recién despiertas/ que están en la cocina con la taza de café en alto/levantada y ven pasar/corriendo/el coche al otro lado del seto con una gran/alta nube de polvo tras de sí. Va muy rápido y el hombre del coche ve los manzanos y los postes de telégrafo recién embreados desfilar como sombras grises. Entra el verano/a bocanadas/ por la ventanilla, dejan el pueblo atrás rápidamente/salen corriendo del pueblo, van bien y seguros por el medio de la carretera y están solos en la carretera -todavía/por ahora. Da gusto conducir completamente solos por una carretera blanda y ancha y al salir a la llanura da más gusto todavía/va aún mejor. El hombre es feliz y fuerte/robusto y con el codo derecho siente el cuerpo de su mujer. No es/en absoluto/ un hombre malo. Tiene prisa por llegar al mar. Sería incapaz de hacerle daño a una mosca y, sin embargo, pronto va a matar a un niño. Mientras se acercan rápidamente al tercer pueblo la chica vuelve a cerrar los ojos y juega a que no va a abrirlos antes de que puedan ver el mar y sueña al compás de los suaves tumbos del coche con lo brillante que estará.
  Y es que/Porque la vida está construida de manera tan despiadada que un minuto antes de que un hombre feliz mate a un niño es todavía feliz y un minuto antes de que la mujer grite de espanto puede cerrar los ojos y soñar con el mar y el último minuto de la vida de un niño, los padres de este niño pueden estar sentados en una cocina esperando azúcar y hablando de los blancos dientes de su hijo y de una vuelta en barca y el niño mismo puede cerrar una verja y empezar a cruzar una carretera con unos terrones de azúcar envueltos en un papel blanco en la mano derecha y durante todo este último minuto no ver nada más que un largo y brillante riachuelo con grandes peces y una barca ancha con remos silenciosos.
  Después todo es demasiado tarde. Después hay un coche azul torcido en la carretera y una mujer que grita, se quita la mano de la boca y la mano sangra. Después abre un hombre una portezuela y trata de mantenerse en pie aunque lleva un abismo de terror dentro de sí. Después hay unos blancos terrones de azúcar esparcidos inútilmente/de cualquier manera entre sangre y grava y un niño yace boca abajo con la cara violentamente aplastada contra la carretera. Después llegan dos personas pálidas que aún no han podido tomarse el café corriendo a través de una verja y ven una imagen /un espectáculo que jamás olvidarán. Porque no es verdad que el tiempo cure todas las heridas. El tiempo no cura la herida de un niño muerto y restaña muy mal el dolor de una madre que ha olvidado comprar azúcar y manda a su hijo a la carretera a pedirla prestada y lo mismo de mal cura la angustia del hombre, antes feliz, que le ha matado.
  Porque quien ha matado a un niño no va al mar. Quien ha matado a un niño vuelve a casa despacio en silencio y lleva a su lado a una mujer muda con la mano vendada y  no ve una sola persona alegre por ninguno de los pueblos por los que pasa. Todas las sombras son muy oscuras y cuando se separan siguen en silencio y el hombre que ha matado a un niño sabe que este silencio es su enemigo y que va a necesitar años de su vida para vencerlo gritando/ diciendo a voces que no tuvo la culpa. Pero sabe que es mentira y en los sueños de sus noches lo que desea es recobrar un único minuto de su vida para hacer diferente ese minuto único.

  Pero la vida es tan despiadada con quien ha matado a un niño que todo después es demasiado tarde.

2 comentarios:

  1. No sabía ni quien era.
    Otro escritor bueno que desconocía.
    Gracias.

    Besos.

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  2. aun recuerdo la tarde de la que me hice de sus escritos... este joven es tan crudo en sus relatos que hasta tienen olor.
    julia M

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Un lugar en el mundo muy hermoso (el lugar, no el mundo)

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